Lisboa, Menina e Moca – Curso 23-24
Mi Erasmus en Lisboa ha sido una experiencia única y enriquecedora tanto a nivel personal como profesional que, sin dudarlo ni un segundo, repetiría de nuevo. Desde el primer momento, la ciudad me acogió con su encanto y vitalidad, llena de historia, cultura y una gastronomía increíble. Por un lado, Alfama y Bairro Alto, con sus cuestas insufribles, calles malamente empedradas y aceras estrechísimas, son unas zonas excelentes para cenar y salir de fiesta, siempre con una vida nocturna animadísima. Por otro lado, Avenida, Baixa, Rossio o el paseo hacia Belém por las orillas del Tejo, atravesando Alcântara y pasando por debajo del espectacular puente del 25 de Abril, son otros barrios que me han hecho disfrutar de sus calles anchas y llanas, llenas de atractivos turísticos como LX Factory. De lo que más me ha gustado en Lisboa fueron los fados. Cuando vino mi familia, conocí un restaurante llamado Estaca Zero, al que he vuelto ya un par de veces. Me he hecho amigo de los camareros/fadistas de ir tantas veces, y al final me han hasta regalado un disco suyo. Si hablamos de comida, el pulpo con arroz es sin duda mi plato favorito, pero también me encantaron las lulas y el bacalhau à Brás.
Adrián y yo realizamos las prácticas desde marzo hasta mayo. Tanto tiempo me permitió sumergirme en un entorno laboral internacional con ingenieros e ingenieras portugueses, brasileños, españoles y de otros países. Había una ingeniera iraní que nos enseñó cosas en persa. Aprendí mucho sobre mi campo de estudio, la electromedicina clínica. Trabajar con profesionales de distintas partes del mundo amplió mi perspectiva y me ayudó a mejorar mis habilidades técnicas y comunicativas. Pero sin duda, las prácticas han sido tan buenas gracias a Roberto, nuestro instructor en el hospital de São José. Un gallego de 24 años que nos ha enseñado mucho y nos ha dejado trabajar como dos técnicos más.
Uno de los aspectos más destacados de mi estancia fue la oportunidad de conocer a personas de diversas nacionalidades. Compartía el piso con Tommaso, un italiano de mi edad con el que me llevé muy bien, y más gente que sería irrelevante en esta historia si no fuera porque dejaban el piso hecho una pocilga. ¡Menos mal que estaba céntrico! Los primeros días del Erasmus, recuerdo que Alicia, una amiga de Valladolid, y yo conocimos a unos americanos locos y fuimos de fiesta con ellos. Luego en Bairro Alto, otros días, seguimos hablándole a todo el mundo, porque lo mejor del Erasmus es que pierdes la vergüenza de hablar a la gente en cualquier idioma.
Conocí al grupo de Ikaslan y de ahí me llevo en el corazón a Irene, de Urretxu. Nunca me había reído tanto con una persona. Con ella y Adrián alquilamos un coche y fuimos al Algarve cinco días. Un viaje que por x o por y no fue todo lo bien que esperábamos, pero del que me llevo muy buen recuerdo y muchísimas fotos. Además, reforzó mucho mi amistad con ella.
Al principio de mi estancia me resistí un poco a llevarme con gente de España. Adrián siempre me insistía y, al final, un día fui con ellos y conocí a Nacho, Celia y Carla, de Zaragoza, Granada y León. Ahora estoy encantado de que Adrián me presentara a ese grupo, en el que conocí a Nacho, que actualmente es mi novio. Sinceramente, en febrero me esperaba cosas del Erasmus, ¿pero volver con novio? Ni loco. Además, gracias a él he conocido a más gente de su residencia y ahora mismo, escribo esto en un bus de 2:30 h yendo con ellos a Coimbra de fiesta a ver a Myke Towers en un festival. Porque sí, en el Erasmus habrá que trabajar, pero tienes tiempo de sobra para envolverte en la vida local y hacer actividades. Además, vivir solo en una ciudad extranjera me hizo crecer en independencia y confianza. Aprendí a manejarme “um cadinho” en portugués, a enfrentarme a situaciones nuevas como hacer la compra o poner la lavadora y a adaptarme a diferentes circunstancias, como entender a técnicos, médicos y enfermeros hablar en portugués, lo cual considero un gran logro personal.
A pesar de echar de menos a mi familia, amigos y a mis txikis de basket de Loiola Indautxu, la experiencia valió totalmente la pena. Tuve suerte de tener una visita de toda mi familia y luego dos visitas de amigas. Ahora, cuando llegue a Bilbao, echaré de menos a Nacho, Irene y toda la gente que he conocido. También me costará olvidar lo bien que se vive solo, así como el idioma y el clima local.
En resumen, mi Erasmus en Lisboa ha sido una etapa de descubrimiento y crecimiento. Recomiendo a todos los estudiantes que tengan la oportunidad de vivir una experiencia similar, ya que es una forma inigualable de aprender y disfrutar al mismo tiempo.